Viajar es uno de los mayores placeres de la vida en todos los sentidos. Es una experiencia muy bien valorada por muchos, pero temida por otros cuantos, siempre con el pretexto del largo viaje, aviones, ganas, tiempo, dinero… Pero viajar no tiene porqué implicar desplazarse a la otra punta del mundo y gastar una millonada en hoteles y comida, puede ser ir a la provincia de al lado, descubrir, disfrutar con la opulencia o humildad que cada uno quiera o pueda.
Es una maravilla ver lugares nuevos en los que uno no se imagina hasta que se ve allí, formando parte de ese entorno. Es lo que me ocurrió cuando estuve en Egipto y vi al amanecer el templo de Abú Simbel: no pude contener las lágrimas al ver que realmente estaba allí, en un templo de más de 3.000 años. Uno de mis grandes sueños viajeros se había cumplido. Pero, como he dicho antes, no hay que desplazarse miles de kilómetros para ver maravillas: España está llena de rincones más o menos conocidos guardando miles de tesoros para la vista.
Además de ser grandes experiencias culturales, los viajes aumentan nuestra riqueza lingüística. Aunque sea un viaje de placer y se aprendan algunas palabras sueltas (incluso de nuestro mismo idioma), si se está aprendiendo otra lengua o, simplemente, se quiere mejorar, viajar es la excusa perfecta para hablar un idioma con más fluidez, aunque sea mínima, pero siempre vendrá a bien.
Y qué gusto da estar de vuelta y recordar todos los momentos, todas las experiencias, todo lo visto. Es por todo esto, y seguro que algo se me escapa, que os animo a todos a viajar, a recorrer mundo. Los que nunca lo hayáis hecho, atreveos y los que sí, seguid. Es un placer que hay que aprovechar.