Tras muchos meses de poca o ninguna inspiración, creo que ya es hora de retomar un poco el blog y lo voy a hacer dando caña. Ahora que estoy en el pueblo, me he fijado en la manía de muchas personas en reforzar su sentido patriótico regional a través del lenguaje (cosa que sucede en toda España y, muy probablemente, en todo el globo). En principio, no es nada reprochable, salvo si inventan o recogen palabras de lo más antiguo para recalcar su orgullo patriótico.
No estoy atacando que la gente esté orgullosa de su procedencia, ni mucho menos. Yo siempre diré que soy aragonesa a pesar de haber vivido en otros lugares más que en Aragón, pero es de donde me siento (no siempre uno es de donde pace), lo que me parece ridículo es hablar mal y destrozar el idioma simplemente por demostrar de dónde es uno. Un ejemplo bastante claro es justamente en un pueblo cercano al mío en el que inmortalizaron la figura de un tal Joaquín no sé qué (no recuerdo la razón). El caso es que en aragonés la «j» se convierte en «ch» y a este señor en cuestión, llamándose Joaquín, le hicieron la mención con su nombre «aragonizado»: Chuaquín. Una payasada sin sentido.
Es estupendo que haya sentimientos de orgullo por el lugar de donde se es, pero hasta cierto punto. Nadie es más de un sitio por intentar hablar de forma más cerrada ni por adoptar las costumbres más antiguas. Seamos sensatos y no catetos.